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Una consecuencia de la crisis: la pobreza energética

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Seguramente la mayoría de los lectores de este artículo no se sientan identificados ni incluidos en esta nueva categoría de pobres que acaba de nacer con los latigazos que está infligiendo esta dura crisis económica. Pero existen. Son reales. Y tal vez estén más cerca de lo que creemos. Son nuevos pobres. O si queremos matizarlos, una nueva forma de pobreza. A veces sutil pero tan despiadada como cualquier otra.

Los pobres energéticos son aquellos que sufren los rigores de la falta de recursos económicos para poder hacer frente a las necesidades de consumo mínimo que se precisan en el día a día.

El «Estudio sobre Pobreza Energética en España. Potencial generación de empleo derivado de la rehabilitación energética de viviendas» desarrollado por la Asociación de Ciencias Ambientales ha determinado la situación de la pobreza energética en España en base a varios indicadores, distribuido por comunidades autónomas y en comparación con otros países de la Unión Europea, además de establecer también la relación entre la pobreza energética y el paro. Según este estudio cabe entender como pobreza energética la incapacidad de un  hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud (de 18 a 20º C en invierno y alrededor de 25º C en verano). Las causas que generan esta precariedad energética son diversas: bajos ingresos familiares, calidad insuficiente de la vivienda, precios elevados de la energía, precios elevados de la vivienda, etc. Las consecuencias que tiene en el bienestar son también variadas: temperaturas de la vivienda inadecuadas, incidencias sobre la salud física y mental (incluyendo mortalidad prematura de ancianos), riesgo de endeudamiento y desconexión del  suministro. La imagen de operarios, a veces acompañados por fuerzas de seguridad, entrando en un edificio para cortar el fluido de energía eléctrica es una estampa más que nos dejan estos tiempos.

No es una circunstancia extraña ni marginal. Algunas estadísticas elaboradas en los últimos años apuntan a que en España cerca de 10% de los hogares son incapaces de afrontar las necesidades energéticas con unas mínimas garantías lo que deriva, de una forma o de otra, en esa denominada pobreza energética. El propio Comité Económico y Social Europeo proponía tener en cuenta la pobreza energética a la hora de elaborar cualquier propuesta de política energética y se afirmaba que mejorar la eficiencia energética en la construcción era un aspecto clave para abordar la pobreza energética, considerándola una nueva prioridad social. Además recomendaban medidas como el establecimiento de un Observatorio Europeo de la Pobreza, centrado principalmente en la pobreza energética, la creación de un Fondo Europeo de Solidaridad Energética o el impulso de una campaña de información a nivel europeo sobre la lucha contra la pobreza energética y la solidaridad en este ámbito.

Los pobres energéticos existen. En España, cada vez son más. A nuestro alrededor empiezan a proliferar.

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